martes, 7 de julio de 2009

Divorcio consumado - reality check


De los malos el menos peor. La institución de la revolución -conceptos mutuamente excluyentes- consiguió los mejores resultados en las elecciones del fin de semana pasado. Su relativo triunfo no puede atribuirse a sus vanguardistas propuestas, ni a la eficiencia y proba honestidad de sus correligionarios, mucho menos a sus campañas electorales jurásico-gaviótico-beltrónitizantes. La virtud del PRI es su envidiable organización. El oportuno y hasta cierto punto equitativo reparto del queso que en su momento monopolizó, los dota de una corporación que aglutina desde sindicatos obreros hasta la oligarquía caciquil. El voto duro priísta fue suficiente para humillar a sus adversarios.

¿En que cabeza cabe que prohibir las minifaldas, donar millonarias sumas de dinero público a la iglesia y demás actos guanajuatizantes tendrían la aceptación popular? El afán del panismo por imponer su moral cristiana si bien los acerca a los sectores más conservadores, los distanció del grueso de la sociedad. Paradójicamente, la gran mayoría de los mexicanos se asumen católicos. Sin embargo, esta feligresía católica sui géneris lo mismo se persigna y reza un novenario, que tolera, adopta y/o practica la poligamia, la homosexualidad, el uso del condón, el aborto, la embriaguez, la violencia intrafamiliar, la pornografía, el robo, el soborno. Mientras no les mienten la madre, lo demás pasa. Los apóstoles panistas pecaron de altaneros, pretenciosos y soñadores, se marearon encumbrados en su ladrillo.

La autonombrada izquierda mexicana no tuvo mejor suerte. La obstinación por asumirse víctimas del fraude y el complot hostigó a gran parte de sus antiguos simpatizantes. El voto duro de izquierda resultó poca cosa. Sus camaleónicos próceres extraídos de las cloacas priístas se las ingeniaron para destrozarse entre sí. Una vez mas, asumieron el rol de gregarios y peleles que AMLO les impone. Tercamente insisten en autoinmolarse, en un ridículo espectáculo circense. En una batalla de egos, huesos y control del botín presupuestado que a la postre resulto pírrico. El PRD se hundió en la ignominia como resultado de su coprofagia. De ideología nada, a cambio nos ofrecieron pleitos de vecindad y aforismos porfirianos*.

El extremismo de la derecha azul y la izquierda amarilla rozó en lo ridículo, tanto, que se torna imposible distinguir una de la otra. Ambas, adoptan posturas de oposición, cuando son parte del gobierno en todos los niveles. Se han alejado de la sociedad al punto de relegarse a si mismas a una segunda y tercera fuerzas políticas.

Dignos de reconocimiento son los electores que se tomaron la molestia de externar su rabia anulando su voto. El ni mergas, los huevos, los caracoles plasmados en las boletas superaron a la votación de los mini partidos. Un intento tan loable como ingenuo por despertar a los políticos de su ensueño.

El pasado domingo la sociedad mandó un contundente mensaje a la clase política. La gran ganadora de la jornada electoral fue la abstención. El hartazgo del electorado es tal, que muy pocos se aventuraron a las casillas. Siendo el derecho a no ejercer el voto, tan legítimo como el de votar, la escasa participación ciudadana fue un escupitajo a la cara de los partidos políticos.

El sistema político mexicano no tiene credibilidad, esta caduco, podrido, no genera el menor interés. La sociedad ha firmado el divorcio con la partidocracia. Hoy martes, igual que ayer, igual que mañana, los mexicanos jodidos -que son mayoría- tendrán que ingeniárselas para llevar algo de comer a su casa. Mientras tanto los frívolos políticos analizan el resultado de las elecciones calculadora en mano, y se alistan para preparar las del 2012. Que poca madre.

*Aforismo porfiriano: paparrucha declamada con vehemencia por Porfirio Muñoz Ledo, ej. Iztapalapa es la Honduras de México.



jueves, 2 de julio de 2009

El delirio perpetuo de la esperanza.

Palabra de lector. Carta enviada a la redacción de este blog.


Las noticias rebotan dentro de nuestra consciencia; que si hay niños muertos y quemados a causa de negligencia y/o indiferencia, que si la muerte de “Carlos” pudo haber sido evitada con una labor previa de ”atención” al delito, que si es pederasta ó genio, que si Adrian va a romper la marca de Vinicio, que si puedo encontrar los precios más baratos en la bahía de piratas…



Encuentro fascinante nuestra predisposición a nunca intentar buscar el significado. Los hechos vienen y se van, nosotros permanecemos igual. Esa barrera impenetrable de nuestra consciencia que, únicamente, puede ser destruida desde adentro. Nuestra falta de empatía al mundo que nos rodea nos define más de lo que estamos dispuestos a aceptar.



Vamos transitando por nuestras vidas viendo destellos en el horizonte, los contemplamos por su color y la magnitud de su luz. Son eventos pasajeros. Su tiempo de vida es proporcional a nuestro interés por su significado. Intrascendente. A menos de que se dirija directamente a nuestra barrera y contemplar si, por si sola, es capaz de derrumbarla. No tiene consecuencia, es olvidado.



Constantemente basamos nuestro propio propósito en la esperanza del porvenir. Esa fantasía caprichosa que nos da un sentimiento de confort irremplazable. Hace bastante tiempo que expiró su fecha de caducidad, pero nosotros nos aferramos a ella como un último vínculo hacia la posteridad.



La autocrítica es una fulana, la introspección un espectador y la respuesta sólo vale por la búsqueda. Los destellos buscan ser pretextos para contemplar algo que no quiere ser deseado ni comprendido y llevarnos a ese minúsculo instante en que, para cumplir su propósito, toque nuestra capacidad de asombro.

R.R.G.A.