martes, 13 de octubre de 2009

Veritas II. Propaganda.

Trotando a la velocidad que su voluminoso corpachón le permitía, un paquidérmico contratista se acercaba a la sala de juntas segundos antes de las 7 de la mañana. Fue el último en llegar, justo antes de que cerraran la puertas del recinto. Resollando y abochornado, “El Pavarotti” secaba su frente con un pañuelo mientras buscaba asiento inútilmente.

El despótico moderador de la reunión le increpó por su atraso, exigiéndole que recitara la política de la empresa. Pavarotti inmediatamente abrió su agenda y se prestaba a leer lo solicitado. El tlatoani le reclamó airadamente su falta de compromiso con la empresa, le preguntaba como era posible que después de tantos años no se supiera la política de memoria. Tras sobajarlo por espacio de tres minutos, lo invitó a retirarse de la reunión. En estoico silencio, Pavarotti se retiró sudando copiosamente. El resto de los invitados fuimos igualmente cuestionados, pero solo los más zalameros contestaron de manera aceptable. Los concejales nos propinaron una lección de compromiso con la empresa. Recitaron cual merolicos la política, principios y decretos.

En un gesto magnánimo, el autoritario sargento nos permitió al innoble lumpen continuar en la reunión. Más allá de lo absurdo del episodio, me impresionó la convicción con la que el moderador hablaba al respecto de las políticas. Me cuesta creer que una persona centrada, brillante, tesonera, echada para delante y realista, pueda creer que trabaja en una empresa “eficiente y competitiva”, cuando a todas luces es lo contrario.

Noam Chomsky se pitorrea de la manipulación de la opinión pública que el gobierno estadounidense practica con su rebaño. Nuestros vecinos del norte hacen ver a Hitler, Mao, Fidel, la cámara de los Lores y al Kremlin como novatos en las artes del manejo de masas. Sorprendentemente la versión petrolera mexicana no pide nada a los gringos. Conjugaron propaganda con programación neurolingüística y autohipnosis. Es plausible este intento de Pemex por cambiar la actitud de sus empleados, sin embargo, los buenos deseos no se convierten en hechos concretos por dictamen. Al más arcaico estilo priísta, confundieron objetivos con decretos. A fuerza de repetición, se han convencido de ser lo que no son. Esto es un compló.