martes, 28 de abril de 2009

Marketing sharks

Bañado, rasurado, perfumado, uñas cortas, peinado con gel, estrenando traje, corbata y calcetines. El espejo me grita que estoy hecho un bombón, y no lo culpo. El pelo en la sopa es el calzón equipado con ventilación múltiple.

Salgo del cuarto y me dirijo al salón de conferencias. Después de registrarme, me apresuro a tomar un café. Mi presentación es la penúltima, a las 15:30 hrs. Son las 8:40 y el día se vislumbra largo.

Cada dos presentaciones se nos otorga un receso de 20 minutos para promover el networking y visitar los estantes de la exposición. Deambulando entre los grupos percibo la jerga corporativa que tanto desprecio, la sonrisa del millón, las promesas irrealizables, los diálogos políticamente correctos. Me asumo como ser extraño entre marketing sharks. Me refugio en el café.


Me engancho en dos o tres conversaciones con desgano, en parte para estudiar las habilidades sociales de mis interlocutores, en parte por aburrimiento, en parte por que no tengo más remedio. El día pasa largo, tedioso.

Casi al final del evento, un ponente de nombre Frodo, con más de dos metros de altura y una cara de Vikingo mal cogido vomita medias mentiras. Que sarta de pendejadas he estado escuchando! La sexta taza de café me colma la paciencia y mi espíritu combativo despierta de su letargo. Al terminar la presentación de fi fai fo, tomo el micrófono y cuestiono sus falaces argumentos. El chiquilín intenta evadirme, pero con capote en la siniestra y sable en la diestra lo arrincono. Salieron en su defensa dos escoceses y un noruego. El lío se resuelve en una cuestión de presiones (hidráulicas y personales). Cuatro contra uno. Acepto las tablas a pesar de tener el jaque mate a un par de movimientos.

Nuestra presentación no es digna de mención alguna. Luego la cena. En un acto premeditado y alevoso, se sientan en mi mesa los sujetos de la discusión, Frodo incluido. Los tiburones del marketing resultaron no ser tales. Si hablaban con tal soltura entre ellos, es por que todos son viejos conocidos. Amablemente me hicieron ver que con mis ínfulas de Arquímides rompí la armonía reinante en la conferencia. Me bautizaron como G. Henson y asunto resuelto. Pagaron mi pedantería invitándome una borrachera memorable. A las 2 de la mañana era tan brother como cualquier otro. Tan scottish, tan norsk, tan mexicano. Recibí una lección de humildad, de solidaridad en el gremio, de hermandad.

lunes, 20 de abril de 2009

Fasciste! Fils de pute!.....

En días pasados me insultaron con saña, fué tal mi sorpresa que me quede frío. No se si me estoy volviendo viejo, o simplemente me agarraron apendejado. Me hipnotizó la cadencia de aquel monólogo aunada al lapsus brutus sufrido(algunos afirmaran que lo correcto es llamarlo apendejamiento crónico).

……Fasciste! Fils de pute!..... y una serie de vocablos más que no pude descifrar.

El insulto -según su entonación y la gesticulación del emisor- podrá tener varias acepciones. Puede ser un mensaje de camaradería, un estribillo, una invitación a pelear, una sentencia de muerte.

Cual Pito Perez, mi vida ha sido inútil, sin gran cosa que resaltar a no ser por la gran cantidad de vituperios recibidos. Fiel a la tercera ley de Newton, he contestado casi todos los insultos con la misma intensidad y en sentido opuesto. He recibido lindezas tales como: pendejo, huevón (en cualquiera de sus versiones), hijo de puta, culero, desalmado, puto, patán e incluso hasta gringón, pero fascista jamás.

En las últimas dos semanas la idea ha dado vueltas por mi cabeza, y todavía no entiendo porqué fuí llamado de esa forma. Nunca un insulto me había marcado tanto. Por eso me dí a la tarea de descifrar la razón del exabrupto.



Benito Musolini- prócer del fascismo- fue llamado así en honor a Benito Juarez.

Benito Juarez -prócer de los liberales y autoritario como el que más- fue llamado así para que los políticos lo citen a discreción. Talvez a Juarez le venga mejor el mote de fascista que a un servidor.

Ni me llamo Benito, ni pertenezco o tengo relación alguna con el fascimo, ni soy partidario de la doctrina o movimiento social. No tener autoridad alguna que ejercer me declara incompetente a ser excesivamente autoritario, luego entonces, a ser fascista.

Juro que la próxima vez que vea al impune insultador, cuando menos le digo priísta y de pasada lo mando a chingar a su madre.