lunes, 3 de agosto de 2009

En busca del chingón.

Octavio Paz desmenuza los conceptos del chingón, la chingada, la rajada y el rajado. En una atinada radiografía de la misoginia nacional, retrata la fijación del mexicano por los símbolos fálicos. Siendo el macho parrandero el modelo a seguir, se denosta con denuedo al llorón, al marica, al sentimental.

La avidez del pueblo por un chingón, lo vuelve presa fácil de falsos chingones. En la película “El héroe desconocido”, el pueblo de Valle Verde se aferra a la ilusión de un caudillo local, de un protector que saque al insignificante pueblo de su anonimato. Sin evidencia alguna de los cacareados logros de Hipólito Martínez Mendoza, la comunidad adopta al héroe, subvenciona su estatua, lo vuelve parte de su historia y por ende lo hace suyo, lo convierte en su chingón.

El chulo de barrio, el gringo, la selección nacional, el terrateniente o el diputado. La escasez de logros propios, empuja al pueblo a celebrar los triunfos ajenos, a apropiarnos de ellos. El mexicano pasa de la euforia a la depresión y viceversa, según corra la suerte de su chingón en turno. El perenne sentimiento de orfandad del populacho, lo arrima a la sombra del chingón.

La imagen del charro chingón -cliché del macho impuesto por el cine mexicano- perdura hasta nuestros días. El macho cachetea a las mujeres, las somete luego a besos robados. Se embriaga, pelea, mata de frente (a veces a “traición”), se juega la vida a las barajas, y lo más importante, nunca se raja.

José Alfredo Jiménez, imparte lecciones de demagogia para machos con su “que ten lo que no pude darte, aunque yo te haya dado de todo“, se victimiza y a la vez denota su condición de chingón en el verso “yo no se si tu ausencia me mate, aunque tengo mi pecho de acero”, se resigna a la decisión de la amada “y yo estoy esperando tu amor, o esperando tu olvido”.

José Alfredo remodela el carácter del macho mexicano. El neo-chingón se humilla ante la mujer, pero con un límite, la venganza (ilusoria o real) es inminente. José Alfredo es permisivo con el macho, lo vuelve llorón siempre y cuando llore borracho, le deja rogar si y solo si ruega con orgullo y el pecho erguido. El chingón deja de serlo en esencia, se vuelve un híbrido entre macho y rajado.

La reivindicación del chingón-chingón en la cultura popular la lidera un insigne nativo de Matamoros. Rigo Tovar reparte cariño a rubias o pelirrojas, chaparras o grandotas, bonitas o fellotas, flaquitas o gordotas, no discrimina en asuntos amatorios. Se ufana de conquistar y fecundar sirenas. Incluso ofrece disculpas muy a su manera.”Perdóname mi amor por ser tan guapo”. La autoestima de Rigo excede cualquier escala conocida. Un chingón tan espeluznantemente feo y sin complejos, tendría que ser nombrado héroe nacional.

Rigo es chingón entre chingones, Rigo es amor. Coperacha para la estatua.

http://www.youtube.com/watch?v=7M1MnUyMhkU